El cuidado de una persona enferma, anciana o con un gran grado de discapacidad ha estado de forma tradicional al cargo de una mujer de mediana edad. El cuidado ha sido casi siempre “un asunto femenino” y lo más complicado de todo ello era que, hasta no hace mucho, todas estas mujeres no recibían asistencia, instrumentos o asesoramiento sobre cómo cuidar y cómo cuidarse.
Afortunadamente, estos roles tradicionales están cambiando y aunque el “cuidador primario” sigue siendo por término medio una mujer, ésta ya dispone de mayores recursos, como centros de estancias diurnas, residenciales o el asesoramiento de formadores que capacitan a los cuidadores en la adecuada atención del enfermo dependiente.
No obstante, aún es muy común ver los siguientes problemas de salud en las propias personas que atienden:
- Mayor tendencia a sufrir depresiones, ansiedad o un nivel muy elevado de estrés.
- Sensación de frustración, de no estar haciendo las cosas bien o de no cubrir todas las necesidades del enfermo.
- Sensación de soledad.
- Fatiga frecuente.
- Dolores musculares
- Dolores de cabeza frecuentes.
- Molestias estomacales y gástricas.
- Algo muy común es la percepción de que su propia salud es muy mala o al menos, mucho peor de lo que revelan las pruebas médicas.
- Mayor tendencia a sufrir infecciones.
- Hipertensión
- Diabetes
Es importante tener claro que la persona que atiende puede llegar a enfrentarse a situaciones que, en muchos casos, llegan a perjudicar su salud física y psicológica. Sin embargo, debido al amor sincero y a la dedicación absoluta entre el cuidador y la persona dependiente, es muy posible que sea muy reacio/a a tomarse un descanso, a compartir responsabilidades o a a atenderse a sí mismo. Todo ello resume lo que sería el “sindrome del cuidador“.
Cuidarse para poder cuidar: estrategias
No todo el mundo nace con la vocación de “ser cuidador”, lo más probable, es que sea la propia vida la que nos ponga en esta situación a la fuerza. Así pues, el primer paso será recibir asesoramiento y una adecuada información sobre la enfermedad que sufre nuestro familiar, qué cuidados necesita y cómo llevarlos a cabo.
- El segundo pilar a tener en cuenta es evitar el aislamiento social. Delegar funciones y responsabilidades en otros familiares y profesionales es adecuado, necesario y saludable.
- Hemos de potenciar en la medida que sea posible la autonomía del propio enfermo. Se deben reforzar hábitos como el aseo o la alimentación. Todo ello repercute también en la autoestima de la persona dependiente.
- Cuidar las posturas. Todos sabemos que los cuidadores están obligados muchas veces a cargar con el peso del familiar. Es necesario que reciban formación sobre cómo llevar a cabo estas tareas.
- Una adecuada alimentación e instantes de ocio. El comer de forma variada, equilibrada, evitando déficits nutricionales es algo esencial. Asimismo, es importante no dejar de lado las aficiones, las pasiones y esos descansos cotidianos con los que, sencillamente, salir a caminar al menos durante media hora cada día.
- Habilidades de comunicación. Por último y no menos importante, hemos de poder propiciar un buen desahogo emocional por parte de los cuidadores, y con ello, esa necesitada habilidad comunicativa para poder expresar miedos, ansiedades, sobrecargas…
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