domingo, 5 de junio de 2016

Nueve de cada 10 adolescentes admiten que han ejercido violencia psicológica sobre su pareja

Los datos preocupan mucho. La investigación de las últimas décadas revela que cada vez con mayor frecuencia el maltrato está presente en los noviazgos entre adolescentes y jóvenes. En concreto, el 95,3% de las chicas y el 92,8% de los chicos admiten haber ejercido violencia psicológica sobre sus parejas.


Lo que no dicen las cifras es, el tipo de insultos que utilizan, las humillaciones en privado y en público, el control del móvil ajeno y, sobre todo, el malestar físico y psicológico que deja esta situación a largo plazo. Aunque ambos sexos se comportan así, la diferencia principal está en que "ellas suelen minimizar estas conductas y verlas como normales mientras que ellos las toleran algo menos". Muchos jóvenes piensan que los insultos son algo normal dentro de una relación porque, según ellos, forma parte de lo que es amar. Al igual que los celos: Creen erróneamente que si sientes celos de tu pareja es porque realmente la amas.
La violencia, por desgracia, existe desde siempre. Pero los datos constatan ahora un rejuvenecimiento del maltrato. La cuestión es que los adolescentes tienen unas características psicológicas propias. Tienen un temperamento difícil, se les empiezan a despertar sentimientos que a veces no gestionan bien, tienen emociones más intensas y no saben cómo resolver los conflictos. Si no actuamos ahí para enseñarles, para demostrarles valores de igualdad y el poder del diálogo, derivará en conductas inadecuadas.
La adolescencia es una de las etapas más importantes, sensibles y vulnerables de la vida. Empiezan a formarse las creencias, se afianzan los valores y los aprendizajes, se abre la puerta de la curiosidad por el placer y el amor se idealiza.
Las principales consecuencias recaen, sobre todo, en su autoestima y en su desarrollo vital, lo que puede dar lugar a trastornos de alimentación o de ansiedad, entre otros. Pero también puede influir en su futuro, en la forma de vivir sus relaciones de adultos.

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